David Bueno: “El cerebro recuerda lo que le ha emocionado”

Considera que los docentes “necesitamos hacer un ejercicio honesto de reflexión y de autoconocimiento para cambiar la forma que tenemos de enseñar”. ¿El objetivo? Que los alumnos alcancen aprendizajes significativos gracias a las emociones proactivas.

Su trayectoria profesional y académica, centrada en la genética del desarrollo y la neurociencia y su relación con el comportamiento humano, incluidos los procesos de aprendizaje, se ha desarrollado principalmente en Barcelona. Ha sido también investigador en la Universidad de Oxford y ha realizado estancias en la Universidad de Innsbruck (Austria) y el European Molecular Biology Laboratory de Heidelberg (Alemania). Imparte clases de diversas materias en esos ámbitos, en la divulgación científica y la formación del profesorado, y participa de igual modo en diversos masters y postgrados en neuroeducación.

David Bueno (profesor e investigador en la Sección de Genética Biomédica Evolutiva del Desarrollo de la Universidad de Barcelona) ganó en 2010 el Premio Europeo de Divulgación Científica y en 2018 el Premio Magisterio por su contribución a la neuroeducación. Colabora habitualmente en diversos proyectos de reflexión e innovación educativa promovidos por la Generalitat de Catalunya, y desde hace más de 10 años es el coordinador de la materia de Biología de las Pruebas de Acceso a la Universidad en Cataluña, donde ha potenciado el cambio de las preguntas memorísticas tradicionales por otras que propician la reflexión y el análisis en contextos reales.

¿Cómo aprendemos? ¿Qué zonas del cerebro se activan cuando se produce el aprendizaje?

Aprendemos de muchas maneras diferentes, por imitación, repetición, ensayo y error, etcétera, y en cada caso se activan unas redes neuronales u otras. El resultado final, sin embargo, es muy semejante. Todo lo que aprendemos queda almacenado en conexiones neuronales, lo que implica que el aprendizaje altera físicamente el cerebro. Esto tiene una especial relevancia si consideramos que todas nuestras capacidades mentales, toda nuestra vida mental, surge de la actividad del cerebro, la cual depende de las conexiones neuronales que contenga.

“La forma en ‘cómo’ aprendemos, influye en la visión del mundo y en la relación con el entorno”

Aprender altera las conexiones neuronales y éstas generan la vida mental, por lo que todo aquello que aprendemos y muy especialmente la forma en ‘cómo’ lo aprendemos, influye en la visión del mundo y en la relación con el entorno, incluidos los futuros procesos de aprendizaje que vamos a tener.

Entonces, ¿cómo afecta esto a la forma de enseñar?

Debe ser percibida siempre como un proyecto a largo término. Hacer memorizar y preguntar sólo memorísticamente, por ejemplo, generará personas con menos capacidad para analizar críticamente su entorno que educar a través de la reflexión y el análisis, porque el tipo de conexiones será distinto. Usar el miedo como estrategia generará personas más temerosas y menos transformadoras, puesto que transformarse implica cambiar, y para cambiar hay que aprender cosas nuevas. Y aprender habrá quedado asociado al miedo.

En cambio, usar la curiosidad y el refuerzo positivo llevará a personas con redes neuronales que estimularán más estos aspectos mentales, cruciales para vivir con más optimismo y continuar avanzando y creciendo intelectualmente. También se sabe que el cerebro tiende a almacenar mejor, y a usar luego con más eficiencia, los aprendizajes transversales y contextualizados que los puntuales y específicos, y que recuerda todo aquello que le ha emocionado y olvida lo que no.

¿El modo en el que aprende el cerebro es distinto a medida que crecemos?

Por supuesto, ya que va madurando sus capacidades con la edad. Los niños pequeños, antes de los 3 años, por ejemplo, aprenden sobre todo cómo es su entorno social y natural, interactuando directamente con él, pero no lo pueden recordar de forma consciente puesto que la zona que permite gestionar la memoria (no almacenarla, sino gestionarla), el hipocampo, todavía no ha empezado a madurar.

“El cerebro tiende a almacenar mejor, y a usar luego con más eficiencia, los aprendizajes transversales y contextualizados que los puntuales y específicos”


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Fuente: Educación 3.0